jueves, julio 20, 2023

Un poco de historia de la Calle Capón

 En al siguiente nota se narra pasajes de la historia del barrio chino. 


 

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Ubicado en el corazón de Lima, este uno de los escenarios más frecuentados por los peruanos y extranjeros que buscan vivir una experiencia entre la cultura china y sus fusiones. Sus manifestaciones culinarias no es lo único que sorprende a sus visitantes. Desde el gigantezco arco que lleva la frase “bajo el mismo cielo, todos los hombres son hermanos”, hasta el suelo decorado, todo se complementa para ambientar ese espacio que nos recuerda a un china town.

Arco:

El monumento está construido a modo de paifang que es un estilo de puerta de la arquitectura tradicional china, parecido a un arco. Mide 8 metros de altura y 13 de ancho. El diseño es de los arquitectos tusanes Kuoway Ruiz Dillón y Carlos Lock Sing, y la portada, enchapada en madera y mármol, fue decorada por el artista chino Wa Kong Chang.

La calle Capón -ubicado en el tradicional distrito de Barrios Altos y abarca la primera cuadra del jirón Ucayali- se ha convertido en un destino turístico que atrae a cientos de turistas. Recorrer toda su extensión puede tomar varias horas, por lo que muchos prefieren ir desde muy temprano para ver a detalle lo que ofrecen sus comerciantes y nativos del país asiático que encontraron un hogar en Perú.

Dos culturas unidas

No existen datos específicos que nos permitan determinar el origen de este símbolo de la migración china en la capital, pero existen dos teorías que nos dan el contexto de su nombre y organización. El primero recae en el historiador Eugenio Chang Rodríguez, quien explica que a inicios del siglo 20 este lugar era conocido por castrar cerdos con el propósito de que produzcan mayor cantidad de grasa, un elemento popular que se usaba para elaborar manteca y ser usada en la cocina. Sumada a esa versión, su colega Luis Antonio Eguiguren precisa que en la calle principal se vendían gallos capones, aves que al ser castradas comenzaban un proceso de engorde para aprovechar su carne.

Antes de que adoptara las construcciones que conocemos actualmente, esa calle fue el callejón Otaiza, un lugar de costumbres y lujos que era concurrido por la crema y nata de la sociedad limeña. Con el paso de los años, la crisis financiera golpeó este espacio, por lo que su dueño se vio obligado a alquilar los locales para que los migrantes chinos puedan encontrar un lugar seguro donde vivir.

Con la llegada de más personas, el callejón se convirtió en un foco infecciosodurante las epidemias del cólera y la fiebre amarilla, enfermedades que se expandieron a causa del hacinamiento de los inquilinos.

Detalles históricos

Desde que se tiene noticia de los inmigrantes chinos, a estos se les ubica en la calle Capón, llamada así porque allí funcionaban unos camales donde se capaban a los cerdos. Pero fue en 1859 que esta zona empezó a capturar la atención de diarios como El Comercio, que publicó por primera vez sobre “las costumbres indecorosas y epicúreas de chinos instalados en una casa de la calle Capón”, refiriéndose al recordado callejón Otaiza, ubicado en la mitad de esta arteria.

Lo que terminaría por identificar a esta estirpe sería su habilidad en los negocios, sobre todo los culinarios. A partir de 1950, la calle Capón se hizo famosa por sus chifas, desde entonces se podía ver el letrero luminoso del chifa, café y bar “Tay Jun”, al lado el gran “San Joy Lao”, y antes el salón de té “Ling Nan”.

Hacia los años 60, los bancos también hicieron suyo ese paraje urbano. El Banco Popular era el preferido, no importaba que frente a él se encontrara un tumulto de carretilleros del Mercado Central, ambulantes o viejos carros. Desde entonces el rostro no fue el mejor, pero eso no era excusa para dejar de ser un barrio muy visitado.

Sin embargo, diez años después surgió la idea de convertirlo en atractivo turístico. Fue así que el 12 de noviembre de 1971, a las 7 de la noche, se inauguró una entrada imponente, un arco de 8 metros de altura por 15 de ancho, enchapado con madera tallada y mármol, donde destacaban los adornos de dragones orientales. Los trabajos corrieron a cargo de la colonia china residente en Lima, la cual se encargó de toda la remodelación.

Cuentan que la fiesta empezó con el desfile del León Chino, partiendo desde la Beneficencia China y pasando por una mejorada calle Capón, muy bien iluminada por los nuevos faroles y por las luces de neón de los chifas “Kuong Ton” y “San Joy Lao”. Con veredas y pistas abarrotadas de gente la fiesta se prolongó hasta tarde e incluso la celebración llegó hasta la Plaza de Armas.

Los lemas “Bajo el cielo todos los hombres somos iguales” y “Larga vida y prosperidad” quedaron plasmados en esta portada; lástima que años más tarde se viera maltratada por nuevos personajes de Lima: los ambulantes. Eran los años 80 y 90 cuando el crecimiento comercial era imparable, de esto se aprovecharon cientos de ambulantes que tomaron la calle.

El atractivo turístico quedó por los suelos, fue así que en 1999 el entonces alcalde de Lima, Alberto Andrade Carmona, secundado por los directivos de la Asociación Peruano China, emprendieron la remodelación de Capón.

La conmemoración de los 150 años de la inmigración china al Perú fue el motivo para tal cambio, el que consistió básicamente en la formalización de los negocios que funcionaban en esa calle, el retiro de los vendedores ambulantes, y su conversión en un paseo peatonal de inspiración y motivos chinos.

Hoy el barrio es cada vez más limeño, y si bien los diseños de sus bancas, dragones y losetas con grabados milenarios y su aroma a incienso siguen allí para crearnos un ambiente oriental, no siempre es suficiente, si no que lo digan sus más de 30 mil visitantes diarios, que no solo van a los chifas, ni a las tiendas de útiles, ni a los tradicionales bancos o tragamonedas.

 

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