jueves, octubre 05, 2006

El poder del Jade



Al igual que no todo lo que brilla es oro, no siempre fue el oro el material más valioso en China.

En la China de hace 8.000 años, el jade era considerado un don sagrado del Cielo y la Tierra. El papel que el mismo desempeñó en la historia y el desarrollo de la cultura nacionales le confieren la condición de símbolo de la civilización china. La prehistoria occidental se compone cronológicamente de las edades de piedra, hierro y bronce, según se desprende del estudio de artefactos arqueológicos. En China, por su parte, las clasificaciones - que parten del estudio de los objetos pertenecientes a un herrero de hace dos mil años -, definen las eras de armas de piedra, de jade y de bronce. Durante las dinastías Shang (siglo XVII a.n.e-siglo XI a.n.e) y Zhou (siglo XI a.n.e.-256 a.n.e), los sables y hachas de jade se convirtieron en símbolos del poder.

Más vale jade en añicos que teja entera
En numerosos proverbios chinos, el jade se utiliza como metáfora del honor y la virtud. Detrás de cada dicho hay una historia.

Sirva de ejemplo el proverbio: “Más vale jade en añicos que teja entera”. La historia detrás del mismo relata la usurpación del trono que en el año 550 sufrió el emperador Xiaojing, de la dinastía Wei del Este, quien fue expulsado por su primer ministro Gao Yang, quien estableció entonces la dinastía Qi del Norte. Al año siguiente, Gao, cruel y perverso, asesinó a Xiaojing y sus tres hijos. En el décimo año tras la usurpación de Gao Yang ocurrió un eclipse solar — un mal presagio en la China antigua. Temiendo que este fenómeno celestial presagiara una amenaza a su trono, Gao ordenó matar a los 700 miembros de las 44 familias que tenían relaciones sanguíneas cercanas con el ex emperador. Al enterarse de esta atrocidad, los parientes de las ramas más lejanas del clan imperial se sintieron sobrecogidos de horror, de sólo pensar que lo mismo les pasaría a ellos. En una reunión para discutir cómo escapar de la muerte, un jefe del distrito llamado Yuan Jing’an sugirió adoptar el apellido Gao, como muestra de lealtad a la dinastía Qi del Norte. Jinghao, primo de Jing’an, se opuso resueltamente a esta sugerencia, diciendo: “¿Por qué debemos abandonar nuestro clan ancestral para salvar la vida? Un hombre verdadero preferiría morir como jade destrozado que vivir como una teja completa”. El traidor Yuan Jing’an delató las palabras valientes de su primo a Gao Yang, por lo que Jinghao fue arrestado y ejecutado. Después de cambiar el apellido familiar Yuan por Gao, el emperador lo promovió. Las palabras valientes de Jinghao le costaron la vida a Jinghao, pero a la par le inmortalizaron, pues desde entonces su frase se cita cuando de distinguir el valor personal se trata. Gao Yang murió de enfermedad tres meses después de la muerte de Jinghao, y 18 años después terminó la dinastía Qi del Norte.

Remedios de jade
En tiempos pasados, los ornamentos y joyas de jade denotaban la categoría y posición social. Las mujeres de procedencia noble, según lo descrito en las poesías clásicas, solían llevar joyas de jade que sacudían melodiosamente mientras caminaban. Pero el jade tenía una función más importante que la meramente decorativa. Se consideraba que existía una especie de simbiosis curativa entre un ornamento de jade y su portador. Se pensaba que cuando un adorno de jade se llevaba puesto sobre el cuerpo, el espíritu inmanente de la piedra se unía al flujo de la energía qi de su portador. Por tanto, el uso del jade era una recomendación inmediata para todo aquel que manifestara un aspecto exterior enfermizo.

Los chinos de antaño también usaron el jade como muestra de cultivación moral, como se desprende del refrán “un hombre virtuoso no quita el jade de su cuerpo sin una buena razón”. Confucio equiparó las virtudes humanas con el jade, al afirmar que la suavidad, la dureza y la diversidad de colores y la transparencia del jade corresponden a la benevolencia, la honradez, el ingenio y la fidelidad. Al referirse figurativamente al jade, éste se asocia a menudo a virtudes femeninas como la pureza y la castidad, describiendo a la mujer ideal “pura como jade y transparente como hielo”.

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