Haciendo gala de sus habilidades innatas, el chino buscó dos tipos de contacto: la cocina, del cual el hombre es tradicionalmente muy hábil, y el comercio. En su búsqueda de un centro de abastos, en la Lima de principios de siglo, llegó hasta el mercado central, lugar donde se beneficiaban los animales que se vendían al por mayor y al menudeo.
En la calle lateral (hoy conocida como Jirón Ucayali, cuadra 7) los carniceros capaban a los animales para comercializarlos, por lo que el pueblo la apodó como “la calle capón”.
A una cuadra de distancia (jirones Ayacucho con Ucayali) había un solar de propiedad de Luis Otaiza, quien la alquiló al primer grupo de chinos que buscaban establecerse en el lugar.
Dicen que el callejón Otaiza fue habitado por tal número de coolíes que las condiciones de pobreza y hacinamiento hicieron que cuando Guillermo Billinghurst llegó a la alcaldía de la ciudad (1909) uno de sus primeros actos fue mandarla destruír. Los chinos, como respuesta, se ubicaron en las calles aledañas y se esparcieron entre viviendas y pequeños comercios, dando origen al conocido “Barrio Chino”.
El problema del lenguaje también aportó lo suyo: el 90% de los coolíes venían de la provincia de Cantón, por lo que la fonética les hizo una mala pasada con la confusión “capón-cantón”. Así nació la Calle Capón y muchos años después, la Colonia obsequió la “Portada China”, bajo la alcaldía de Eduardo Dibós Champpuis, quien la inauguró el 12 de noviembre de 1971.
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